viernes, 30 de mayo de 2008

FACTORES QUE OBSTACULIZAN EL DIÁLOGO Y LA COMUNICACIÓN


¿Por qué dialogar? Al hacernos esta pregunta no buscamos las razones para el diálogo, sino los fundamentos del mismo; es decir, qué es lo que entre los humanos hace posible el diálogo. Quizás este acercamiento nos permita contemplarlo como una realidad no ajena ni extraña a nuestra urdimbre natural más profunda, y nos ayude a proyectarla en nuestra acción educativa.


El diálogo supone y exige la voluntad decidida en los participantes de aceptar la parte de verdad del otro, y la consiguiente actitud de provisionalidad o precariedad de la propia verdad. En este sentido, el diálogo parte del reconocimiento de la igual legitimidad de los interlocutores y de la voluntad de comprender y respetar las razones que apoyan las diferentes posiciones, concepciones, valores y conductas.


"ACTITUDES Y CONDUCTAS QUE LIMITAN LA COMUNICACIÓN"


Entre las actitudes y conductas que inciden negativamente en la comunicación destacamos las siguientes


1. Egocentrismo.
Actitud de quien en el diálogo tiende a hablar sólo de sí, refiriendo todo a sí mismo y su propia situación.
El egocéntrico difícilmente es capaz de vivir experiencias de coparticipación y genera en el otro sensación de rechazo e intento de evitar la relación, pues el mensaje implícito que comunica es "soy más importante que tú, no mereces la misma consideración que yo".


2. Pasividad.
Conducta que se manifiesta en tener pocas o nulas intervenciones en el diálogo, permaneciendo aislado y en silencio o limitándose a dar respuestas telegráficas.
El pasivo no facilita la instauración de buenas relaciones interpersonales pues permanece como ausente y de alguna manera muestra resistencia a estar complicado en contextos relacionales, generando malestar en los interlocutores.


3. Hablar torrencialmente.
Hablar de manera continua, impetuosa e imparable, robando con frecuencia la palabra a los demás, imponiéndose a su discurrir, sin percibir las señales que le envían para intentar frenar su interminable discurso.
Esta conducta fácilmente genera la fuga del otro, sofoca su iniciativa y anula su participación en el diálogo que, en consecuencia, se transforma en un insistente e inaguantable monólogo.


4. Protagonismo humorista.
Tendencia excesiva y exagerada a crear o subrayar aspectos humorísticos en la comunicación y en el tratamiento de la realidad. Con frecuencia y sin que venga a cuento intentar transformar la comunicación en ocasión para la broma y la risa.
El comportamiento de excesivo humorismo actúa como una limitación en la relación y en la comunicación, pues se asienta generalmente en niveles muy superficiales y en una necesidad desproporcionada de consideración, aceptación y reconocimiento. El recurso constante a la broma y a la ironía incapacita para relacionarse de modo adulto y presentarse a los demás con autenticidad.


5. Falsedad e hipocresía.
Conductas que consisten en presentar a los demás aspectos inexistentes o distorsionados de la realidad con el propósito de hacer creer que son verdaderos. Actitud de manipulación basada en el aparentar y en un constante recurso al engaño.
El efecto más revelante que tales actitudes producen en la comunicación e interacción es una gran merma de credibilidad. Al falso no se le considera digno de confianza y a sus palabras se les concede escasa fiabilidad.


6. Superioridad.
Comportamiento que subraya la propia diversidad en la relación con los otros, pero haciendo evidente que tal diversidad le sitúa a uno en un nivel superior al de los demás.
Se trata de una actitud que sólo tiende a gratificar a aquel que la adopta y, por lo general, genera en los otros sentimientos de antipatía y de rechazo.


7. Inferioridad.
Reconocer de forma continua y desproporcionad la valía y superioridad del otro, condescender sin oposición y resistencia a sus exigencias, desconsiderarse a sí mismo en beneficio del otro para mostrarle lo importante que es él, haciéndole constantemente centro de atención.
Es difícil que aquel que exterioriza una actitud de inferioridad logre comunicar seguridad, firmeza y decisión.
La actitud de inferioridad puede degenerar fácilmente en adulación y permisividad sin límites, acentuando un espíritu gregario, incapacidad para afrontar los contrastes, debilidad de carácter y la necesidad de seguridad; convirtiéndose a la larga en fuente y víctima de explotación e instrumentalización.


8. La prisa.
Actitud que se expresa en una especie de constante falta de tiempo y una tendencia a limitar o acelerar el diálogo.
Cuando el diálogo se realiza de forma apresurada tendemos a hablar de modo impreciso y veloz. Las informaciones transmitidas pueden ser fácilmente mal entendidas o distorsionadas, pues obliga al interlocutor a asimilar en un corto espacio de tiempo un elevado número de mensajes que, por su acelerada transmisión, resultan poco claros.


9. Anticipación.
Adelantarse al otro frecuentemente en el transcurso de la conversación, dando a entender que ya conoce lo que éste va a decir o las conclusiones a las que pretende llegar.
La anticipación desempeña un papel restrictivo en la comunicación pues impide al interlocutor expresarse libremente, ya que no resulta satisfactorio decir cosas y comunicar experiencias que ya conoce aquel a quien van destinadas. En tales circunstancias el otro tiende a recortar al máximo sus intervenciones, al percatarse de que su comunicación carece de interés y novedad para el anticipador.
Interrumpir a los otros mientras hablan es casi siempre un signo de escasa consideración. Es preferible actuar con serenidad y esperar a que terminen su intervención para decirles después, eventualmente, que en parte lo sabíamos.


10. Intromisión.
Introducirse en el discurso ajeno sin esperar a que el otro concluya su intervención. La intromisión consiste, pues, en entrar en la conversación de modo incorrecto elevando la voz o bien interrumpiendo al que está hablando, con la finalidad de imponer o hacer presente con vehemencia desmesurada el propio punto de vista.
Para el interlocutor el comportamiento de intromisión es una señal de escaso respeto, pues se le transmite un mensaje implícito del tipo: soy más importante que tú y mi punto de vista es más interesante que el tuyo.


11. La incoherencia.
La actitud de incoherencia consiste en exponer y sostener ideas, opiniones y puntos de vista variables o contradictorios entre sí, incongruencia entre lo que se dice y se hace, entre pensamiento y vida.
La incoherencia revela una personalidad inestable, voluble y carente de lógica para mostrar un punto de vista estable en la comunicación y en las relaciones interpersonales, cambiando de actitud con los otros sin motivos justificados. En las relaciones personales la incoherencia reduce la estima y la consideración de quien la practica y genera fácilmente en los demás niveles importantes de desconfianza que les inducen a mantenerse a distancia. Difícilmente se podrá crear un clima de confianza en la comunicación cuando participan personas incoherentes.


12. Conducta declamatoria.
Consiste en acentuar de forma excesiva ciertas connotaciones paraverbales de la voz forzándola artificialmente con la intención de facilitar la comprensión de lo que se está comunicando.
La conducta declamatoria obstaculiza el diálogo por el hecho de que el que la ejecuta produce la impresión de estar recitando un papel, reduciendo el carácter natural y espontáneo de la comunicación.
El otro interlocutor puede interpretar fácilmente que el tipo de voz utilizada por el que habla no está en sintonía con lo que piensa en realidad, deduciendo de ello su insinceridad.
La conducta declamatoria produce fácilmente rechazo, pues da la impresión de que transforma la comunicación en una clase magistral, sin posibilidad de que los otros participen activamente.


15. Cambio de argumento.
Un modo de evidenciar falta de interés al otro es la actitud de cambiar de argumento cuando todavía no se ha agotado el asunto que se está tratando.
Cambiar de argumento cada vez que la comunicación versa sobre temas que no agradan o que no se desean afrontar, desviando la atención sobre otros aspectos que se alejan del contacto, es una forma de manipular la comunicación que evidencia cierta actitud de rechazo que el otro puede sentir como falta de respeto y de interés, especialmente cuando esto sucede cada vez que afronta temas de cuya exposición y discusión podría sacar provecho.
Interferir el diálogo con constantes y arbitrarios cambios de argumentos impide la comunicación de vivencias emotivas y de experiencias significativas.


16. Evasión.
No afrontar las cuestiones con la profundidad y el tiempo que requieren. Afrontar la comunicación de modo superficial e inconexo, saltando de un asunto a otro sin que venga a cuento, haciendo referencia a temas que no guardan ningún tipo de relación con el tema principal del diálogo ("irse por las ramas"), impidiendo llegar a conclusiones comprensibles.


18. La desatención.
No prestar suficiente atención al otro cuando está exponiendo sus vivencias, ideas, puntos de vista y argumentaciones es uno de los mayores obstáculos en la comunicación interpersonal.
La desatención se puede mostrar de modos muy diversos: rehuyendo la mirada, permaneciendo ocupado en otras actividades, hablando con otros, preparando la defensa de las propias ideas mientras el otro habla.
No hay comunicación abierta sin escucha atenta. Si no escuchamos atentamente nos será muy difícil, por no decir imposible, comprender lo que los demás nos quieren comunicar y, mucho menos, ponernos en su lugar con una actitud empática.
La escucha atenta le permite a la persona que nos está diciendo o mostrando algo comprobar la efectividad de lo que está compartiendo y le da la oportunidad de ampliar o modificar algo de lo que ha dicho si se da cuenta de que es necesario.



"CONDICIONES DEL DIALOGO"


A dialogar también se aprende. No nacemos enseñados para casi nada. Tenemos que aprender obligatoriamente, si queremos seguir existiendo, las posibles respuestas a los diferentes estímulos. Por ello, en los humanos, los errores son más frecuentes que los aciertos, y decimos que aprendemos de aquéllos. Dialogar no es simplemente hablar. La presencia del otro, como interlocutor, establece unas condiciones que hay que respetar, y por tanto aprender. Para que se produzca el diálogo, en tanto que comunicación interpersonal, se deben cumplir determinados requisitos. Es decir, se deben aprender unas actitudes y adquirir unas habilidades. Respecto de las actitudes:


1. El diálogo supone, ante todo, una decidida actitud de respeto a las diferentes opiniones, creencias, valores y conductas del interlocutor, desde la convicción de que los otros pueden tener una parte de verdad, o que yo no poseo toda la verdad.


2. Ánimo sincero en la búsqueda de la verdad, sosteniendo desde razones convincentes las propias posiciones, y disposición para la comprensión de las posiciones contrarias. Es necesario que los participantes en el diálogo quieran entenderse y hagan todo lo posible por conseguirlo.
3. Voluntad decidida de no intentar imponer mi verdad; por el contrario, manifestar la disposición para la búsqueda de una verdad compartida.


4. Reconocimiento de la igual dignidad de todos que evite toda tentación de prepotencia y la sobrevaloración de las razones de una de las partes, facilitando el clima adecuado para el diálogo.


5. La verdad, en el diálogo, se ofrece desde la coherencia de la propia conducta, o, al menos, desde la voluntad de la coherencia. No entendemos el diálogo, como valor en educación, reducido a una confrontación dialéctica en la que los interlocutores no se ven personalmente implicados. La discusión, por ella misma, quedaría limitada a un puro ejercicio intelectual, sin capacidad para valorar y comprender las diferentes posiciones personales del interlocutor, o movernos a modificar, eventualmente, las nuestras.

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